Mientras se acercaba a la cascada, notó un pequeño recipiente con agua ubicado en su base. El pequeño elefante no perdió el tiempo y saltó directamente a la piscina, chapoteando alegremente. El agua era vigorizantemente fresca y disfrutó la sensación que le produjo. Después de un tiempo, su curiosidad se despertó cuando vio una roca de gran tamaño situada detrás de la cascada. Deseoso de tener una mejor vista, decidió escalar la roca y contemplar la vista desde arriba.
El pequeño elefante atravesó con cuidado la cascada y comenzó a ascender por el terreno rocoso. A pesar de la dificultad de la subida, persistió con determinación inquebrantable para llegar a la cima. Después de numerosos intentos, finalmente llegó a la cima y fue recibido por una vista impresionante. Ante él se extendía una impresionante vista panorámica de la extensa jungla que se extendía mucho más allá de su visión, realzada por el sol poniente en el horizonte.
El bebé elefante se llenó de orgullo y no pudo evitar soltar un fuerte grito de alegría. Se sentía como si estuviera en la cima del mundo. Después de deleitarse con este sentimiento, descendió de su posición y regresó con su madre, quien esperaba ansiosamente su regreso. Ella lo saludó calurosamente y lo abrazó con fuerza, haciéndole sentir agradecido por el inmenso amor que le tenía.
Desde ese día, el joven elefante realizó frecuentes viajes a la majestuosa cascada para divertirse y descubrir cosas nuevas. Durante sus visitas, adquirió un gran conocimiento tanto sobre la selva como sobre sus propias habilidades. Se dio cuenta de que poseía rasgos de valentía, curiosidad y energía ilimitada, cualidades que reflejaban la impresionante grandeza de la cascada misma.
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